“Escribir fue un impulso vital y desesperado”, relata Pamela Terlizzi Prina, escritora oriunda de Ramos Mejía que encontró en el lenguaje su manera de cuestionarlo todo.
La Ciudad charló con la autora de “Estado de espesura”, “Doce dientes” y “No cuentes pesadillas en ayunas” acerca de su primer acercamiento a la escritura, el ambiente literario y las mujeres escritoras, sus futuros proyectos y sus palabras de aliento para escritorxs conurbanxs.
¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cómo fue ese inicio de relación con el mundo de la escritura?
Tengo recuerdo de escribir desde siempre, pero con la maternidad empezó como algo metódico. No fue como un acto de belleza sino como un acto de egoísmo. Era casi lo único en lo que podía mantener mi individualidad. Era un mundo propio, ajeno a todos, escindido de lo que me rodeaba. Fue un impulso vital y desesperado donde armar y desarmar, cuestionar y regodearme en lo que más me gustaba: el lenguaje.
¿A quiénes consideras tus “referentes” en lo literario? ¿Cuáles son tus influencias?
Para mí fue una experiencia iniciática leer Rayuela, de Cortázar. No digo que sea su mejor libro ni que sea el mejor libro del mundo, pero sí que para mí fue transformador.
Esa propuesta fragmentaria, experimental; esa idea rota de la cronología y de la voz narrativa me volvió loca. Tenía 15, 16 años y esa experiencia me hizo pensar en todo lo que podía ser la literatura y yo no lo sabía.
En general, salvo excepciones, los textos literarios que se usan como material escolar son conservadores o te los entregan masticados. Esa teoría de que “Casa tomada” era una metáfora del peronismo, por ejemplo, que se repite como una verdad revelada, es tan aburrida, tan escasa, le hace tan poca justicia al cuento. Deja por fuera todo el concepto de fantástico de Cortázar.
Otros autores importantísimos fueron Kafka, Joyce, Arlt, Pizarnik, Mastretta, Peri Rossi, Marosa, Thénon. Y mi gran maestra fue Liliana Díaz Mindurry.
¿Qué pensás del ambiente literario del conurbano? ¿Crees que, en el mercado editorial, lxs escritorxs del conurbano están ganando terreno?
Pienso que todavía está fragmentado, que aún hay muchos localismos. Pero es lógico: siempre fuimos la periferia y, en general, las trayectorias se construían siempre en CABA. Incluso es así para lxs escritorxs del interior. Hoy está cambiando lentamente esa lógica.
De todas maneras, me interesa la identificación “conurbana” más como un nuevo paradigma de difusión y de consumo de contenidos que como filiación estética.
Es decir, me interesa la expresión política de hacer arte desde el conurbano y que eso no suponga ni menos exposición ni menos posibilidades, como una suerte de redistribución de la palabra, de la escena, lo que equivaldría a decir una redistribución del poder.
¿Cómo ves el ambiente literario (del conurbano y en general) para las mujeres escritoras?
Es una gran época para ser mujer, sin lugar a dudas, pero en las urbes, en las ciudades atravesadas por la agenda. Después, en la periferia, donde las inquietudes progresistas o los cuestionamientos del status quo no pueden romper el cerco, se sigue a la sombra de todos los vicios del patriarcado.
Con respecto al conurbano, si bien es una masa absolutamente heterogénea, en líneas generales las mujeres se están animando a hacer arte. Empieza la autogestión, la organización, la necesidad de crear nuevos circuitos.
Igualmente, aún quedan algunas prácticas anacrónicas, como incluir sólo hombres en una mesa de debate o pensar que las mujeres hacemos literatura para mujeres. Como estamos en un momento de quiebre, tanto con la identidad conurbana como con el arte hecho por mujeres me pasa algo similar: a veces temo que el contexto uniforme las voces, que resulte esperable sólo “un relato del conurbano” o “un relato femenino”. Y creo que las expresiones contrahegemónicas no son sólo estéticas.
¿Cómo ves la literatura de las mujeres? ¿Crees que el pinkwashing influye en el mercado a la hora de vender literatura de mujeres?
La buena literatura de mujeres (porque también la hay mala) tiene toda la potencia de ser mujer en un mundo donde aún es contrahegemónico ser mujer. Todas las grandes escritoras que disfruto leer han pagado costos muy altos para escribir sus obras. Ya sea para alimentarlas o para lograr escribirlas, pero sus libros son resultado, también, de su condición de mujeres en el mundo.
Aun así, sin lugar a dudas, el pinkwashing es una estrategia de marketing que vacía de contenido la lucha. Cuando el poder compra el discurso de la lucha, sólo lo hace para convertirlo en un slogan. Lamentablemente eso termina influyendo en el mercado. Hay muchísima literatura de agenda, obras suscritas a un feminismo (a mi criterio) malentendido. No me interesa la literatura cargada de buenas intenciones y corrección política.
De tu propio trabajo, ¿cuáles son tus escritos favoritos y por qué? ¿Cuál es tu último trabajo?
“Estado de espesura”, “Doce dientes” y “No cuentes pesadillas en ayunas”, mis tres libros publicados, son muy diferentes entre sí, tienen búsquedas muy distintas. Aunque me siento más cerca de la voz del último, no sabría cuál es mi favorito.
Ahora estoy en romance con dos libros nuevos: uno de poesía y uno de cuentos que terminé hace muy poco. Ojalá se materialicen durante el próximo año.
¿Qué consejo le darías a unx escritorx del conurbano que quiere comenzar a publicar sus escritos?
Que no deje ningún antro y reducto donde leer y escuchar a sus contemporáneos. Que no se sienta en la periferia de nada. Escribir es un acto solitario pero, en realidad, siempre escribimos con nuestra historia, nuestra tierra y nuestra época encima. Que agruparse siempre es hermoso, que hay circuitos, espacios y editoriales increíbles de este lado de la General Paz. Lxs invitaría a que sean honestxs y no se coman ninguna.